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los indignados

Los indignados

Esta frustración acerca de mí impotencia asumida causa una presión en mi pecho que se cierra por mi garganta, pasando del llanto al mal humor demasiado a menudo. Nos llamaban los indignados.

La confesión no ha dejado de ser lo más parecido a la “terapia personal” durante siglos, este texto no es más que eso. Auto terapia. La diferencia es que no busco el perdón, sino más bien contagiar con este “sermón de los indignados” e intentar  (sintiéndome como una hormiga tratando salir de una piscina) que esta información sirva para algo.

Hará ya 9 años que nos sentamos en las plazas de nuestros pueblos con el ideal compartido de generar “La política del bien común”, nos llamaban los indignados. Para mí fue como un milagro puesto que por fin dejamos a un lado todas las superficialidades y prejuicios es decir, las divisiones. Fue como un experimento en el que gráficamente pudimos comprobar cuánto es de difícil hacer asambleas bien hechas sin que el ego, la repetición del discurso o el conflicto se interpongan. Todos comprobamos lo poco entrenados que estábamos por muy indignados que estuviéramos, además de muchas otras variables. No nos han educado para eso. Fue mágico. Estábamos tan necesitados/as de expresar ese mismo enfado. En fin, plaza Cataluña volvió a ser gris y no volvió a ser titular. Otros temas reemplazaron los tiempos de mesa y de la misma manera, los indignados pasaron a llamarse los perroflautas.

Pero algo grandioso y espectacular sí que ocurrió con la aparición de los indignados. La unión de todos/as por la defensa del sentido común. Esos días todos/as los mendigos/as que vinieron pudieron saborear algún amor por parte de la ciudadanía y tuvieron tres comidas al día completamente  gratis. Con el nutriente más importante en el cuerpo: la esperanza.

Dejé de odiar un poco menos mi condición humana. Me quita el sueño toda esta enfermedad que somos que aún no tiene nombre. ¿La deshumanidad de los imperios? ¿La ceguera educada? ¿Automutilación colectiva?

Lo resumiré tanto como pueda:

  • Las demandas de la humanidad actual sobre los recursos del planeta son un 50% mayores de lo que la naturaleza puede regenerar. Es decir:
    • Extraemos agua a mayor velocidad de lo que los acuíferos pueden reponer.
    • Las personas cortan madera más rápido de lo que los árboles crecen.
    • Emitimos más CO2 de lo que la naturaleza puede absorber.
  • MÁS DE LA MITAD DE LA FAUNA SALVAJE QUE EXISTIA HACE 40 AÑOS YA HA DESAPARECIDO
  • En el 2050, es decir, de aquí 31 años (si seguimos exactamente igual) habrá más plástico que peces en los océanos. Ya existe un continente de plástico flotante.
  • Ya ni siquiera se habla de erradicar el hambre mundial.
  • Las fronteras no se abren para las personas que huyen de una guerra en la miseria pero sí para la entrada de recursos de ese territorio.

¿Como no vamos a estar indignados? Si hay alguna esperanza real ante este panorama, ésta se encuentra en el cambio de la educación para las futuras generaciones. Pero seguimos haciéndolo igual “de bien”. La formación del profesorado que prevalece, la arquitectura y el ambiente preparado de las escuelas e institutos, con todo lo que ya sabemos acerca de otras metodologías se me hace insuficiente estando en pleno siglo XXI. Sí seguimos indignados aunque aun no he aprendido a tocar la flauta, ni mi perro tampoco.

Los tiempos, la agrupación por edades y las demandas del itinerario curricular, no permiten que los muchos maestros/as que sienten esta llamada por el cambio educativo tengan la oportunidad de aplicar sus conocimientos. La educación pública no permite que la innovación pedagógica tome protagonismo, sin embargo, la innovación tecnológica sí.

Y bien. ¿Es que somos idiotas o malvados? Probablemente un poco de ambos. Las experiencias que vivimos son lo que forjan los fundamentos de nuestra inteligencia y obviamente de nuestras emociones. El cariño es tan o más importante que la nutrición.

[highlight color=” background_color=”]No podemos esperar a que los gobernadores de los imperios se unan a la lucha por el bien común.  Pasarán 31 años antes de que ocurra.[/highlight]

¿Y que podemos hacer nosotros/as mientras? A parte de ir a votar alguna vez al año y seguir pagando evidentemente el IRPF, el TAE, el IVA, el IBI, el IP..(etc.) .…Pues así de simple y así de significativo a la vez:

  • Miremos bien qué tipo de BANCO estamos subvencionando y en que tipo de proyectos/empresas invertimos.
  • Prioricemos AL MÁXIMO el CONSUMO LOCAL de todos los tipos de productos que consumamos.
  • Que los productos con los que limpiamos nuestro hogar, dientes y ropa no sean tóxicos. Que sean biodegradables.
  • Cuando sea posible que llegue un coche eléctrico al garaje.
  • Pensemos bien antes de tener hijos porque hay probabilidades de que vivan en un vertedero flotante.

 

 

 

 

 

 

 

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